La sal, esa sustancia mineral tan habitual en nuestra dieta, se ha convertido en un producto totalmente desnaturalizado, por lo que se está generando una fobia en su contra y muchas personas han suprimido la sal de su dieta.
Lo cierto es que podríamos dedicar libros enteros a hablar de este tema tan controvertido. Pero hoy quiero hacer hincapié en dos cosas fundamentales: La primera y más importante es que la sal es necesaria para el organismo, ya que éste depende de sus microminerales (oligoelementos) para su buen funcionamiento. Además la sal es responsable de generar conductividad eléctrica en el agua, sin ella no puede haber conductividad y sin conductividad no puede haber funciones normales en el organismo. Y la segunda es entender la diferencia entre la sal natural y la sal industrial refinada, un producto que debemos evitar para no intoxicarnos.
Como veis, es cuestión de calidad y cantidad, ¡pero no de suprimirla de la dieta!
¿Por qué es necesaria la sal?
Josef Stalin se valió de privar el consumo de sal a sus prisioneros en los campos de concentración, para no poder ser considerado responsable directo de sus muertes.
La sal es el residuo sólido del plasma marino que queda tras la evaporación del agua. Nuestro organismo necesita ciertos oligoelementos presentes en dicho plasma y que son esenciales para su buen funcionamiento. Está compuesta por 88 elementos de la tabla periódica, siendo el sodio y el cloro los principales (86%) pero el 14% restantes también son de vital importancia.
La vida sobre la tierra se generó a partir del plasma marino, una combinación de agua y sal que, después millones de años, sigue siendo la base de los fluidos internos de vegetales, animales y humanos. El plasma sanguíneo de los mamíferos mantiene y necesita ese equilibrio original para sostener las funciones vitales. Somos 70% agua (pero no cualquier agua) y 1% sal (pero no cualquier sal). He aquí el quid de la cuestión: la calidad.
La sal es la base y el sostén de la vida. La vida comenzó en la salinidad y no se puede librar de ella. Henry Schroeder.
Entonces, ¿Por qué se dice que la sal no es saludable?
Como decía, la vida del planeta surgió del mar y todas las formas de vida (plantas, animales y humanos) somos en parte esa solución salina (la hallamos en la saliva, los líquidos intracelulares, el plasma sanguíneo), por lo que la sal es algo inherente a nosotros, no podemos prescindir de ella sin consecuencias graves para nuestro organismo.
Es importante entender que la asociación negativa con la sal es un concepto bastante nuevo y relativo a la sal refinada.
De hecho, antiguamente se le otorgaba mucha importancia a la sal, os pongo algunos ejemplos:
En la medicina antigua tenía un rol clave. Encontramos menciones sobre su uso terapéutico y reconstituyente en textos griegos, romanos, egipcios, chinos e hindúes.
Los romanos utilizaban la sal como moneda de cambio y preferían los pagos en sal antes que en oro, ya que sabían perfectamente que la vida sin sal no era posible.
Los japoneses consideraban la sal como un elemento contractivo (yang), alcalinizante, preservante del calor corporal, proveedor de fuerza física y energía sexual y favorecedor del metabolismo en general.
Por desgracia, esta visión sobre la sal se fue perdiendo a medida que los procesos industriales avanzaban y ganaban protagonismo.
Evidentemente, no hay una única razón que explique por qué la sal es hoy en día lo que es, sino que es una suma de varios factores, pero el motivo principal reside en descubrimiento del cloruro sódico como reactivo que reunía dos importantes requisitos: era económico y funcionaba muy bien. A medida que se fue refinando la sal, se fue descubriendo el potencial de este componente y se fue perfeccionando la técnica de refinado hasta reducir la sal prácticamente a cloruro de sodio.
Actualmente el 93% de la sal refinada se usa para fines industriales no alimentarios, un 4% es utilizado por la industria alimentaria como conservante y el 3% restante se destina al consumo como sal de mesa.
Según afirma la Dra. Sherry Rogers en su libro La cura se encuentra en la cocina, la sal refinada se emplea incluso en la manufacturación de armas.
Creo que estos datos resumen muy bien por qué hoy en día la sal se ha convertido en una sustancia alterada estructural y naturalmente y por qué se ha demonizado.
Paradójicamente, esta reactividad del cloruro de sodio tan codiciada por la industria, es la razón principal por la que a nivel biológico el organismo no reconoce estas sustancias refinadas y las considera tóxicas.
Otros motivos por los cuales la sal refinada es perjudicial:
Además de pasar por un proceso de refinación industrial en el que se somete la sal a 670º de temperatura aislando el cloruro sódico y descartando los 86 componentes restantes, la sal también pasa por la aditivación de otros compuestos como el flúor o el yodo, ambos minerales tóxicos y reactivos en las formas antinaturales que se adicionan industrialmente. Además también se le añaden yoduros o yodatos y dextrosa. Éste último es un tipo de azúcar que se utiliza para evitar la oxidación del yodo (sí, ¡la sal tiene azúcar!). Después se le agrega bicarbonato sódico, para que la sal no tome un tinte púrpura tras la adición del yoduro de potasio y la dextrosa. Y para rematar, se adiciona también con hidróxido de aluminio para evitar el apelmazamiento. ¿Habéis oído hablar de la relación entre el aluminio- Alzheimer? Os animo a que investiguéis sobre el tema…!!!
Otros aditivos presentes en la sal de mesa son: el carbonato cálcico, (¡¡¡atención amigos VEGETARIANOS!!!), que está compuesto por huesos de animales pulverizados;el sílico aluminato de sodio, el citrato verde de amoníaco férrico, el ferrocianuro de sodio, el prusiato amarillo sódico, el silicato de calcio, el silicato de magnesio, el fosfato tricálcico y el carbonato de magnesio.
En resumen, la diferencia entre la sal de mesa refinada y la sal marina sin tratar es…¡abismal!
No quiero dejar de mencionar la relevancia del sodio en nuestra alimentación. Pese a que es un mineral necesario para el mantenimiento del equilibrio ácido-alcalino y del balance hídrico y electrolítico del organismo, es cierto que hay un exceso de sodio en nuestra dieta. La mayoría de médicos y especialistas piensan que eliminando la sal de la dieta es suficiente, pero esto no es cierto puesto que hoy en día, tal y como comentaba anteriormente, el cloruro sódico se emplea más como aditivo que como sal de mesa, y además existen más de 44 tipos de aditivos basados en sodio que se pueden encontrar en la mayoría de alimentos y bebidas procesadas. Lo peor de todo es que en muchos casos no están indicados en las etiquetas de los productos.
Entre estos 44 tipos de aditivos está el glutamato monosódico, que reconoceréis en las etiquetas como E-621 y que desde que leáis esto intentaréis evitar a toda costa.
El glutamato sódico se utiliza como potenciador del sabor y aunque su uso está autorizado, es un aditivo peligroso y perjudicial para la salud. Según una investigación clínica de la Universidad Computense de Madrid, la ingesta de glutamato monosódico aumenta el apetito notablemente. Consumido en exceso y/o desde la infancia, puede modificar el funcionamiento de una zona del cerebro que regula el apetito, aumentando el deseo de comer hasta en un 40%.
Además numerosos estudios apuntan a que este aditivo puede producir: contracciones musculares en la cara y el pecho, palpitaciones, ataques de asma y jaquecas, esterilidad, obesidad, pérdida de visión o ceguera a largo plazo y el síndrome del restaurante chino.
La sal y la hipertensión
Es bien conocido por todos que uno de los primeros alimentos que el médico te prohíbe cuando tienes hipertensión es la sal. Pues bien, este es otro tema importante a cuestionar, ya que habría que entender qué es realmente la hipertensión y por otro lado y como he comentado más arriba, no se puede generalizar al hablar de “sal”.
¿Qué es la hipertensión?
Según la explicación convencional, es una enfermedad crónica caracterizada por un incremento continuo de las cifras de la presión sanguínea en las arterias, asociada con un aumento del riesgo de aterosclerosis o de infarto*.
*wikipedia
Siendo esto así, ¿por qué nuestro corazón, invertiría tanto esfuerzo en bombear más intensa y rápidamente con el desgaste de energía que ello implica si no obtiene ningún beneficio a cambio? ¿No resultaría más lógico pensar que somos nosotros los que forzamos al corazón a actuar de tal modo?
Según el Dr. Jean Seignalet el problema comienza cuando el alimento cotidiano no está adaptado a nuestra fisiología. Entonces la digestión de la comida es insuficiente, la flora se desequilibra, se genera putrefacción, inflamación y entontecimiento del bolo alimenticio. Esta combinación de factores genera un peligroso incremento de la permeabilidad intestinal, lo cual permite que gran cantidad de macromoléculas alimentarias y bacterianas, atraviesen fácilmente la mucosa intestinal. De ese modo, gran cantidad de sustancias inconvenientes pasan rápidamente al flujo sanguíneo, espesándolo y ensuciando los órganos irrigados. Con el paso de los años se generan graves problemas como la hipertensión, los problemas cardiovasculares, el colapso de la función hepática y el debilitamiento del sistema inmunológico.
Desde la teoría de Seignalet, sería mucho más comprensible la explicación de la causa de la hipertensión, que se resume a que la viscosidad de la sangre obliga al corazón a bombear con más fuerza siendo un mecanismo defensivo para preservar las funciones vitales.
Así que entendiendo esto, hay dos cosas que quedan claras: en primer lugar, la sal refinada contribuye a empeorar el estado de la sangre. Pero no es la única responsable. Y en segundo lugar y desde mi punto de vista, la medicina ortodoxa no aborda el problema de manera adecuada.
¿Qué sal elegir?
La buena noticia es que existen alternativas a la sal de mesa refinada, fáciles de adquirir y asequibles para todos los públicos.
En primer lugar y como mejor opción, os recomiendo la sal de Himalaya, equilibrada y fácilmente metabolizable. Este tipo de cristales de sal de roca, tienen un efecto vitalizante en el cuerpo, aportando energía al mismo, puesto que el proceso de asimilación de este tipo de sal no supone esfuerzo alguno para el organismo.
En segundo lugar y para aquellos que no puedan permitirse “el lujo” de consumir sal del Himalaya –porque siendo realistas es cierto que su precio es bastante elevado- se puede optar por sal marina sin tratar. Aunque nivel orgánico metabolizar este tipo de sal cuesta más que en el caso de la sal de roca, su efecto continuará siendo positivo, aunque en menor medida, debido al gasto de energía que se requiere para su asimilación.
Además del consumo de sal, también os recomiendo complementar vuestra dieta con ampollas bebibles de Quinton (que no es otra cosa que agua de mar), especialmente si vuestra dieta no incluye demasiadas verduras y frutas crudas.
Quinton fue un investigador francés que descubrió las propiedades terapéuticas del plasma marino. A patir de 1907, Quinton abrió una serie de hospitales llamados dispensarios marinos, en los que trataba a sus pacientes con dicho plasma, logrando incluso llegar a reducir la mortalidad infantil de un 90% a un 20% (¡¡¡y sin fármacos!!!!). Hoy en día el plasma de Quinton se comercializa como complemento alimenticio y en muchos países se sigue utilizando este método para renovar, regenerar y purificar el fluido interior del organismo y mantener el equilibrio vital.
En resumen, la sal es necesaria para el organismo, pero hay que huir de sus formas refinadas y buscar una sal de calidad, natural y equilibrada estructuralmente. Si bien la sal de calidad es saludable, es cierto que debemos controlar la cantidad de sodio que ingerimos para no excedernos. Para ello, como ya he comentado, es importante evitar los alimentos procesados y buscar en las etiquetas de los productos si tienen algún tipo de aditivo en el que esté presente. Para finalizar el post, os dejo el listado de aditivos basados en sodio, con la correspondiente nomenclatura numérica, para que los detectéis fácilmente en las etiquetas:
- E-201 sorbato sódico
- E-211 benzoato sódico
- E-215 derivado sódico del 4-hidroxibenzeno
- E-221 sulfito sódico
- E-222 bisulfito sódico
- E-223 metabisulfito sódico
- E-237 formiato de sodio
- E-250 nitrito sódico
- E-251 nitrato sódico
- E-262(i) acetato sódico
- E-262(ii) diacetato sódico
- E-281 propionato sódico
- E-301 ascorbato sódico
- E-325 lactato sódico
- E-331a citrato monosódico
- E-331b citrato disódico
- E-331c citrato trisódico
- E-335a tartrato monosódico
- E-335b tartrato disódico
- E-337 tartrato sódico-potásico
- E-339a fosfato monosódico
- E-339b fosfato disódico
- E-339c fosfato trisódico
- E-350Í malato sódico
- E-350Ü malato ácido de sodio
- E-401 alginato sódico
- E-450a(i) difosfato disódico, trisódico
- E-450b(i) trifosfato pentasódico
- E-450c(i) poíifosfatos de sodio
- E-470 sales sódicas, potásicas y cálcicas
- E-481 estearoil 2-lactil-lactato sódico
- E-500a carbonato sódico
- E-500b bicarbonato sódico
- E-500c sesquicarbonato sódico
- E-514 sulfato sódico
- E-524 hidróxido sódico
- E-535 ferrocianuro sódico
- E-541 fosfato ácido de sodio y aluminio
- E-554 silicato de sodio y aluminio
- E-576 gluconato de sodio
- E-621 glutamato monosódico
- E-627 guanilato sódico
- E-631 inosinato disódico
- E-635 5′-ribonucleótido sódico
*Bibliografía:
- Dr. Jean Seignalet, L’Alimentation ou la 3e médecine
- Néstor Palmetti, La Sal saludable.
- Henry Schroeder, The Trace Elements And Man
- Sherry Rogers La cura se encuentra en la cocina
Fuente: artículo escrito por Nadia Torres sobre la sal. web Alkalinecare
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